Páginas

lunes, 26 de septiembre de 2011

QUEDAN 15 DIAS PARA LA SALIDA DE MI NOVELA


Y no está pasando nada.
En otras ocasiones, a quince días de la publicación ya se notaba un barullo tremendo. Se me pedía, por ejemplo, que enviara libros firmados a escritores y críticos ( nunca lo hice), que me reuniera con comerciales ( eso sí lo hice) y que respondiera a entrevistas de todo tipo ( también lo hice, y también lo he hecho ahora). Se notaba excitación en el ambiente. A quince días del lanzamiento estábamos todos como locos preparando la presentación de la novela. Ahora no. Ahora ni siquiera va a haber presentación. La crisis, se supone. No hay dinero para presentación. No hay dinero para nada.
Sin embargo, es una de las novelas que más ha gustado en lecturas previas, a aquellos que la leyeron. Hace unos años, este sería el tipo de novela que habría tenido un lanzamiento a bombo y platillo. El lanzamiento que NO va a tener.
Supongo que esto es una cura de humildad. Se acabaron las vacas gordas. Se acabaron las giras por toda España en hoteles maravillosos. Se acabaron ya de paso las noches tristes en los hoteles con un gin tonic por toda compañía. Aunque también recuerdo noches bonitas, con compañía, pero puede que no recuerde siquiera el nombre de algunas de las compañías, que acabaron allí porque yo me sentía sola y desubicada. Se han acabado muchas cosas. Las enormes expectativas que se depositaban sobre mí, para bien y para mal. la que yo misma depositaba sobre mí. Supongo que se han acabado las cifras inmensas de venta. No porque la novela sea peor o mejor que otras ( quiero creer que es mejor) sino porque aquellos tiempos pasaron y ya nadie vende lo que vendía. Se nota tanto la tristeza y el desánimo en todas partes, oficinas de editoriales incluidas...
Hoy es lunes y yo suelo estar triste los lunes. Cansancio, sobre todo. Empiezo a estar harta de viajes. Me gusta mucho estar en sitios nuevos , pero cada vez me agota más lo de pasarme cinco horas en un asiento de tren, o cinco horas empleadas en: viaje al aeropuerto-taconeos por larguísimos pasillos de T4- espera en sala de embarque- espera dentro del avión para que conste que hayamos embarcado a tiempo y nadie sepa que el avión no ha salido en hora-viaje a casa que no es mi casa aunque se suponga que sí lo es. Estoy cada vez más cansada, siempre cansada, y la perspectiva de pasarme un fin de semana en casa de mi madre, con la niña, sin hacer otra cosa que leer libros y ver tele de cuando en cuando, una perspectiva que hace unos años me hubiera horrorizado, ahora me parece de lo más agradable. Sobre todo si pienso que es posible que duerma diez horas cada noche. Lo bueno, pues, de esta crisis, es que es muy posible que ya no me toque viajar por provincias para promocionar el libro. 
Hago todo lo posible por decirme que esta tristeza es simplemente física, que se trata de cansancio puro y duro, que los sentimientos son una cuestión de percepción y que podemos controlarlos desde el momento en que los creamos. Pero no deja de darme pena esta impresión de que todo va ralentizado, de que todo el mundo está en paro o aterrado porque teme perder su trabajo, de que el negocio editorial ya no es lo que era... incluso de que yo misma ya no soy lo que era, pero "la nostalgia ya no es la que era" como decía Simone de B. en uno de los mejores títulos que se le pudieran haber ocurrido a nadie.